¡Paren al mundo que me quiero bajar!
Hay días que mi cerebro tiene weba, literalmente no le da la gana pensar. Por alguna razón que desconozco, entra en standby. Los libros que un día antes -es más, en la madrugada- me tenían atrapada simplemente me desconocen. Es como si estuviera leyendo arameo antiguo, no entiendo ni madres de la historia. En esos días mi primera opción son las redes sociales, pero…
En las redes sociales el mundo parece muy complicado, terriblemente complicado. Tenemos las decepcionantes pre-pre-precampañas presidenciales en México, Guerra en Europa, ¡¡¡otra cepa de COVID -Yei!!!(es sarcasmo)-, el mundo se está calentando, hay chisme de famosos y algo que se llama la casa de los famosos, no tengo idea de que se trata. – Y Me niego rotundamente a googlear el tema o picarle al Hashtag. ¡Hay limites en la vida!
Twitter me parece que está lleno de “haters” todos son el enemigo público No 1 de otro usuario. Hoy es tan común estar del chongo con otro usuario que no me resulta divertido. Especialmente ahora que todo se reduce a insultos. Antes era guerra de sarcasmos y de insultos ultra esnobs (-de esos que te obligan a consultar a la RAE para entenderle), ahora son tan ordinarias que dan flojerita los hilos.
– Entonces me preguntó, ¿Son las redes o es que mi cerebro está en standby’?
En vista de las circunstancias solo me queda recurrir al streaming. Siempre puedo encontrar algo que me inspire en esos días. Mis favoritos para esta circunstancia son los programas de cocina, los de decoración y los que ordenan las casas. ¡Oh! ¡Sí! Puedo pasar la tarde desparramada viendo un capítulo tras otro.
¡Amo esos programas!!, excepto a la Mary Kondo y a los minimalistas. Entiendo el concepto y me fascina el resultado después de que redecoran y sacan el desorden. Sin embargo, eso de vivir con 4 camisetas, tres pantalones y una bolsa de mano es demasiado extremo para mí.
Yo necesito abrigos de invierno con nieve, de invierno sin nieve, de invierno normal, de verano, de piel, zapatos de vestir, casuales, huaraches, botas, camisetas, blusas, pantalones, jeans, vestidos y bolsos que vayan con los conjuntos. Debo mencionar que pese a mi muy limitado espacio de closet tengo una buena selección de ropa para todos los estados de ánimo y ocasiones. No demasiada, solo la necesaria.
Imaginen que sería de mi si repitiera las mismas 15 prendas en los tres meses que duran en promedio mis relaciones sentimentales Tres meses con el mismo novio y las mismas prendas, terminaría en la depresión. – ¡Que Santa Channel, nunca me deje caer en el minimalismo! –
Ya bastante minimalista es mi cocina, donde sí hay dos sartenes, dos ollas, una vajilla y 6 juegos de cubiertos; bueno 6 cucharas, 5 tenedores y como 12 cuchillos. No me pregunten como sucede esto. Yo tengo la teoría de que a las cucharas y los tenedores no les gusta el cajón. Por ello se escapan y ya no los encuentro, sin embargo, los cuchillos aman el cajón por eso se reproducen.
Eso si tengo todos los electrodomésticos necesarios hasta tengo una Wafflera, todavía está en su cajita. Pero les prometo que es todo lo que necesito.
– Yo solo cocino en estricta defensa propia. No crean que no cocino porque no sé, claro que sé cocinar.
Con las abuelas que tuve ni madres que me iba a salvar de aprender. Con decirles que recurrieron a múltiples estratagemas para hacerme aprender. Recuerdo como si fuera ayer sus engaños “vamos a hacer comida de verdad para jugar a la comidita”. Hay me tienen toda inocente metida en a la cocina. ¡Y zas! Aprendí cocinar, contra mi expresa voluntad. Yo siempre fui muy verbal sobre el hecho de que cocinar no era algo de mi interés.
Es tan solo que de verdad que no me gusta, es mucho trabajo antes y después de comer. Sin mencionar que la lavada de los platos podría sacar lo peor de mí. Bien decía Agatha Christie: Mis mejores novelas se me ocurrieron lavando los platos.
Ahora justo antes de la pandemia remodelé la cocina. Total, se ve muy fácil en la tele eso de las remodelaciones y porque no, de una vez cámbienos el baño también, que puede pasar… Pues paso que vivimos un mes entero sin muebles; los lleve a una bodega para que no se maltratan y porque aquí no hay espacio suficiente. Lo que nadie te dice es, que después de la remodelada vas a seguir sacando el polvito fino de los materiales de construcción de todas partes los siguiente dos meses.
Volvamos a la cocina. La cocina se diseñó a la medida exacta del espacio en color beige y electrodomésticos blancos. ¡Quedo de exhibición! Esta divina mi cocina, por supuesto elegí los colores pensando en que NO COCINO. La idea es que se viera perfecta todo el tiempo.
-¡Ah¡ porqué mi departamento es “open concept” o sea no hay paredes que dividan la cocina de la sala. No es porque solo son 60 m. ¡no señor! Así es el concepto, con la cocina a la vista de todos.
Cuando terminó el relajo y todo volvió a su lugar, mi casa era el lugar más hermoso. Obviamente aproveche para sacar lo que ya no era necesario y reacomodar todo. Bueno hasta un edredón nuevo puse en la cama. Todo era glamur y orden en mi casa…entonces todos a guardarse.
-¡Estúpida pandemia! ¡Ahora que comemos!
Pues a cocinar. No hay de otra. Estrenemos los electrodomésticos (todos ellos provenientes de las noches Palacio incluida la waflera)
Los primeros días quise ponerle glamur a esto de cocinar. ¡POBRE ILUSA! Todo tiene un truco. Lo primero que aprendí es que las recetas no son procedimiento normalizados de operación. No hay medidas exactas, pero si secuencias específicas. Tienen unidades de medición muy raras, por ejemplo, la pizca. Pero ¿cuánto es una pizca? 1g, 2 g, 50 mg. Pues hay voy de preguntona.
Llame a mis tías para poder dilucidar la medida pesable y exacta de la pizca. El conceso fue: “lo que agarres con los dedos”. ¿Los dedos de quién? ¿Cuáles dedos el medio y el pulgar o todos los dedos? ¿Impacta el tamaño de las manos del chef, en la medida de una pizca?
Sin mencionar que se necesita sazón. Todas las recetas dicen “Sazone al gusto” ¡¿Al gusto de quien!? ¿Pero que es la sazón? ¿Dónde se compra?
Otra vez a los libros, videos de youtube, hasta caí en Wikipedia para dilucidar que es la sazón. En conclusión, los estudios científicos y el libro de “Como Agua para Chocolate” lo describen como ese “no sé qué, que,que se yo” que hace que todo quede delicioso. ¡Sí exactamente así! La sazón es como la magia o el amor, no lo puedes describir, pero allí esta. Eso si lleva mucha disciplina, auto conocimiento y una pizca de amor; lo dice Laura Esquivel. – Y sí, yo también leí el libro. Aunque no lo crean.
En resumen. Tuve que usar la cocina, con el estrés al máximo. – Ok, confieso que la mayor parte del tiempo el chef designado es mi hijo- Pero yo limpiaba la cocina. Por ello, cada gota de aceite que salpicaba la estufa, cada manchita me producía el tamafat. El miedo a tallar muy fuerte las superficies, dañándolas, se apoderaba de mí.
Debo mencionar que mi comida no va a ganar ni media estrella Michelín, pero no es mala. Digamos que es promedio. No tiene la presentación de Master Chef pero tampoco parece engrudo. Me gusta que la comida se vea bonita en el plato, pero carezco de la habilidades culinarias y estéticas de los chefs del streaming. Lo mío es concina de supervivencia básica 101, simple y llanamente.
Eventualmente todo volvió a la normalidad, la cocina quedo intacta. Hasta que el desastre atacó de nuevo. Mi amado muy selecto, panzón y hermoso refrigerador se descompuso. ¿Porque en los programas de remodelaciones nadie te dice que eso puede suceder? Nadie te dice que los refrigeradores se mueren sin previo aviso. Intente todo porque funcionara un rato, pero nada fue lo suficiente. Después de 15 años de implacable servicio simplemente falló.
El problema viene cuando es necesario conseguir uno que quepa en el espacio, específicamente, diseñado para el. No, no puede ser más alto. No, no puede ser más ancho y tiene que ser blanco. Imaginen mi trauma cuando todos los refrigeradores disponibles son grises, plateados y hasta negros.
Después de recorrer todas las tiendas disponibles me tuve que resignar a comprar un refrigerador “genérico” de color gris. Que me pica un ojo, activando mi TOC cada vez que lo veo. Este refrigerador es flaco, o sea de puerta plana, de parrillas delgaditas y no tiene “canastita” para los huevos. Pero funciona y lo más importante cabe en el espacio. Eventualmente lo pintaré o lo forrare de blanco para que no sea el frijol en medio del arroz blanco que es mi cocina.
Mientras tanto, guardemos un minuto de silencio por mi amado refri que me funciono fielmente sin parar durante quince años.