Darte cuenta de que eres un adulto y maduraste…da miedo
Estoy sentada pensando que voy a escribir para este hermoso mes de mayo, mes de las madres; de los bailables, de cientos de niños aguantando la pena de caminar disfrazados por las calles solo para demostrar que tienen madre y por supuesto no nos podemos olvidar de festejar a los orquestadores del espectáculo, los maestros.
Todo parece indicar que el mes pinta hermoso y optimista. Además, llega justo cuando el semáforo epidemiológico esta oficialmente en verde. Ahora ya podemos salir oficialmente; no como cuando estábamos en amarillo que se sintió como verde, después de más de un año de encierro.
Sin embargo, todavía estamos en marzo y después de darme una vuelta por las noticias en twitter. Me dan ganas de escribir de forma seria, informativa y madura. -Ya sé, eso sería lo sensato de hacer dada la situación mundial. Pero voy a resistir la tentación.
¡Qué difícil es resistir la tentación de ser un adulto! Porque ya soy un adulto y es que cuando logras madurar después de cruzas la imaginaria línea a la adultez es difícil olvidar que ya creciste.
-Pero esta columna se trata de ser ligera y amena, un suspiro de 10 minutos para distraerse. Así que mejor démonos una vuelta por ese momento incomodo cuando te das cuenta de que ya no eres un joven sino un adulto maduro.
Aunque aquí entre nos. En realidad, con el tiempo se vuelve a hacer pendejadas; como cuando éramos adolescentes imberbes y temerarios, pendejadas casi igual de inmaduras, solo que con más presupuesto. – Se le conoce como la crisis de los cuarenta.
¿Quién no se acuerdo de la época en que hacíamos tarugadas temerarias, solo por diversión? ¿Cuántas veces nos regañaron por hacer tarugadas, subidas de tono? seguidas de la solicitud, con tono de advertencia: “¿Cuándo vas a madurar?”
Pregunta a la cual; después de una noche de farra, uno de mis amigos respondió:
-Ni que fuera aguacate…Esbozando una sonrisa de lado a lado, orgulloso de su travesura y su contestación. A lo que su madre, contestó:
-Sí, fueras aguacate ya te hubiera vestido en periódico y metido al horno. Haciendo cara de “te lo advertí”, se dio la vuelta dejando a mi amigo con cara de ¡What?!, parado en una pieza.
Después de un minuto de silencio mi amigo, nos volteó a ver y sonrió otra vez.
-Soy yo o mi madre me acaba de amenazar con hacerme guacamole.
Me encogí de hombros, el resto asintió lentamente y todos soltamos la carcajada.
Ya sé que no somos fruta, pero igual que ellas maduramos. La diferencia es que no es precisamente el sol, lo que nos hace alcanzar la madurez sino, la vida.
Esto pasa casi sin darnos cuenta. Un día terminas la universidad, empiezas a trabajar, gastas en fiestas y salidas, luego compras un auto…etc. Mucho tiempo después, el día que menos lo esperas te cae el veinte de que ya no solo eres un adulto, sino que ya maduraste. Ese momento es como una cubeta de agua fría, que no sabes ni de donde salió.
Supongo que en la generación de mis padres el momento de madurar era más claro. Salían de su casa para ir directo a la propia, debidamente casados. Pasaban de ser hijos a ser esposos tras una cuidadosa planeación nupcial. Así que el momento no les caía como balde de agua fría, sino más bien como una victoria en la maquina tragamonedas.
Sin embargo, en mi generación los cambios suceden lentamente…empiezas a trabajar y a pagar impuestos, pero sigues viviendo en casa de tus padres, donde siempre hay comida en la cocina. La casa familiar se convierte en el dormicilio, porque solo llegas a dormir. El camino de la ropa sucia de vuelta al closet sigue siendo un misterio absoluto, una magia de la que nadie quiere saber el secreto.
La vida transcurre, te planteas metas simples, luego objetivos más complejos. ¡Cómo vivir solo! Hora de convertirse en un adulto independiente con tú propio espacio para hacer lo que quieras.
-¡¡Aja!! Nada más lejano de la realidad.
Solo que no se siente como madurar porque el departamento sin muebles y sin comida, siempre está lleno de amigos. Además, tienes dinero en la bolsa para comer fuera y por la mañana no necesitas más que café para arrancar el día y pan tostado estampado con la máscara de DarkVader. -Sí, señores hay tostadoras que estampan tu pan con tu personaje favorito.
Pronto empiezas a comprar muebles y utensilios para la cocina. Es que, quien se puede resistirse a un juego de tazas y cucharas medidoras que forman un R2D2 o a los sartenes decorados con una carita de huevito o una batería de cocina de Hello Kitty.
Obviamente estas decoraciones por más útiles que sean amortiguan el hecho de que ahora somos adultos, viviendo por nuestra cuenta. Hacen menos dramático el momento en que sacas la ropa blanca; teñida de rosa, de la lavadora. Los chones son rosas, pero no es un drama tan grande que un poco de helado en el plato de vidrio con un Yoda, no pueda arreglar.
No todos los dramas son tan fáciles de superar. Hay actividades de las que no te puedes librar en el día a día como lavar los platos o lavar el baño. No, sí quieres vivir como una persona civilizada y seguir recibiendo visitas, especialmente las visitas especiales del sexo opuesto. Aunque hacer la limpieza te ponga de humor homicida; con el tiempo, simplemente aprendes que es el precio hay que pagar por la libertad de seguir comprando esos enceres nos hacen felices y te nos hacen sentir jóvenes.
En mi caso todo fue harmonía y felicidad hasta que un día abrí el refrigerador y te me quedé mirando su contenido. Con una expresión ¿¡“What the Hell?! Miré de arriba abajo el contenido y entré en pánico. Mi mente gritó “Se acabaron los webos” y sentí un sudor frio recorrerme por el cuerpo. ¡Felicidades ya maduraste, eres un adulto en toda la extensión de la palabra!!…pero me acabo de enterar y eso que mi hijo ya tenía 11 años.
A la mayoría nos pasa que no nos dimos cuenta de cuando nos hicimos adultos responsables y maduros. No sabemos el momento exacto en que nos subió el agua al tinaco. -Lo que me parece maravilloso porque esto de ser adulto esta de miedo.
Pero en algún momento a todos nos cae el veinte de que ya somos adultos, maduros y responsables, ese momento sucede en el lugar y circunstancia más o menos embarazosa.
Lo que me recuerda a una amiga muy querida. Un día mi amiga llego a mi casa pidiendo asilo, con una botella de vino en la mano. Se dejó caer en mi sillón derrotada. Como si hubiera estado sosteniendo, todo el día, el peso del mundo sobre sus hombros.
– Wey, necesito una copa urgente.
Fui a la cocina y traje lo necesario, después de un gran sorbo de vino, suspiró. Espetó casi a punto de llorar. ¡Soy un adulto maduro!
A los 33 años, con una carrera exitosa; dirigiendo a un equipo, 5 años viviendo sola y a punto de casarse, no le había caído el veinte de que ya era un adulto maduro.
Resulta que mi amiga y su próximamente esposo, fueron a una conocida tienda departamental a poner la mesa de regalos. Todo fue felicidad hasta que llegaron a la línea blanca. El apocalipsis se desató por la lavadora. Justo en medio de la batalla, le cayó el cubetazo de agua fría.
A otro compañero de la prepa el cubetazo de agua fría le cayó a los 43 años, después de una vida de soltero fiestero y una boda maravillosa. El veinte le cayó en el momento en que sacó a su hijo recién nacido de la silla del auto. Su descripción del momento se puede resumir en una frase.
-Ahora que hago con él.
Sin embargo, hay que apreciar las bondades de estos tiempos. Nuestro paso a la vida adulta es lento e indoloro. Se imaginan si viviéramos en los tiempos antiguos cuando existían los ritos de paso a la vida adulta. – ¡Qué miedo!
– Los hombres saldrían de caza y las mujeres bailaríamos bajo la luna llena. A no espérame, esas eran las brujas.
Lo cierto es que lo esperes o no, te hayas mentalizado o te creas muy maduro. Cuando lo menos lo esperes el cubetazo sin duda te va a caer y no hay vuelta atrás.
Ma. Esther
3 años agoTarde o temprano te enteras que eres un adulto
Rene
3 años agoYo me di cuenta el día que estaba buscando un sillón. Hasta ese momento todos mis muebles habían sido donación, pero por las fiestas todos se acabaron/rompieron. En esa tienda, viendo sillones, lo supe con certeza.