El día que considere volverme lesbiana

Ahora que está muy de moda esto de la flexibilidad sexual, les voy a contar cuando pasó por mi mente la idea de ser lesbiana. No se escandalicen, solo fue una idea. La realidad es que yo amo a los hombres, en especial a los de mi tribu y obviamente a los de mi familia…sin mencionar mi pequeño récord “criminal”. De hecho, mi lista de humanos favoritos en el planeta está encabezada por hombres.

No sé si es por mi carácter directo, la escasa censura cerebro-boca o por mi casi adicción por la adrenalina o como decía mi abuelita “eres una machorra”. Mi vida ha transcurrido rodeada de hombres. Lo cual también me ha provocado los problemas más ridículos del mundo con muchas mujeres que no entienden mi relación con ellos.

¡¡Hey!! Me acabo de dar cuenta que puedo escribir un libro de anécdotas de como las mujeres marcamos el territorio lo podría titular “101 formas de deshacerte de las lagartonas” Pero que conste en el acta que yo no soy lagartona. Lo que pasa es que mis amigos eran/son unos coquetos sin remedio y hay demasiada familiaridad entre nosotros. – Sí, yo soy esa “Vieja” que mete el tenedor en el plato de tú novio y el wey ni se inmuta (literalmente).

Volviendo al tema. Yo crecí con 5 primos y un hermano. En mi adolescencia, cuando fui monitor de clases de natación para un curso de verano. Los otros monitores en su mayoría del sexo masculino me adoptaron como la hermana pequeña. Desde entonces tengo en su mayoría amigos; que me ven más como uno de ellos que como posible conquista, y por eso somos buenos amigos.

Sin embargo, la idea de ser lesbiana surgió durante una época, en que por coincidencias de la vida mis dos mejores amigas y yo estábamos tiradas el drama por un tema de galanes.

Recuerdo perfectamente que estábamos en mi departamento con sus felices paredes amarillas, sentadas en la sala con unos vodkas en la mano renegando de nuestros galanes de ese momento. Estábamos entre tristes y enojadas por cómo iban nuestras relaciones. Mi vieja (así nos decíamos la una a la otra, solo para hacer renegar a su mamá; que saltaba cada vez que nos oía llamarnos así) sugirió helado-terapia con película cursi para consolar nuestros corazones. H (así le decíamos a la tercera amiga en cuestión) sin dudarlo se puso a sacar mis DVD’s para escoger que veíamos, yo fui al refrigerador por el bote de helado y tres cucharas.

Debo mencionar que en mi casa siempre hay dos cosas en el congelador helado y vodka. Por si no lo sabían el vodka se debe guardar en el congelador porque para tomarlo derecho tiene que estar frio y porque si lo mezclas los hielos duran más…según nosotras.

Después de tragarnos un litro de helado con cuchara directo del bote durante la película. La discusión se puso algo más intensa porque nos dio por comparar a los personajes de la comedia romántica con nuestra realidad.

En el marcador de la discusión, por supuesto que nuestros galanes iban perdiendo contra los personajes, pero no por mucho. – “Todos los hombres son iguales no saben lo que quieren”, sentencio H. A lo que yo conteste -Pues si tiene el abdomen de Patrick Swayze a mí no me importa. De allí empezamos a soltar cualquier cantidad de idioteces algunas bastante graficas sobre nuestros galanes.

Un litro de helado, ¾ de botella de vodka y media cajetilla de cigarros después, muertas de la risa. Abrimos la siguiente botella, total se iban a quedar en mi casa. La conversación siguió subiendo de tono hasta que H que había traído una racha de cómo un año de galanes que no cuajaban. Confesó que ella tenía una relación estable con su “lámpara” y que al diablo con los hombres. Nos quedamos en silencio unos segundos, juro que los grillos se podían escuchar en el fondo del silencio que se hizo en mi casa.

Finalmente soltamos la carcajada y H nos contó la historia de su “lámpara” Resulta que por su mala racha un amigo mutuo decidió que era una buena idea regalarle a H un vibrador, uno básico que solo vibraba. Mi amiga usuaria responsable de sus juguetes, un día lo dejo parado en el librero de su recamara secándose. Con lo que ella no contaba es que su madre iba a entrar a su habitación por la ropa sucia y por supuesto no pudo evitar notar el objeto. Lo único que a mi amiga se le ocurrió decirle a su madre que era una lampara de mano y que le servía para poner las donitas del cabello. A lo que su madre, solo le contestó “no es más practico que la guardes en el buró, si se va la luz la tienes más a la mano”

Nos doblamos de la risa con la anécdota. H continuo con las confesiones y nos presumió que tenía una “lámpara” nueva que tenía un conejito, que podía iluminar su día. Acto seguido nos dio una amplia descripción de las bondades del nuevo artefacto en su vida.

Fue entonces que nos cuestionamos seriamente, tan seriamente como era posible considerando la cantidad de alcohol que traíamos puesta, Si valía la pena seguir en el juego de las conquistas o era mejor conseguir unas “lámparas”. Cada una hablo de la idea que tenia de como imaginabas su vida en el futuro. Mi vieja definitivamente se declaró partidaria de la vida rosa, pero admitió que necesitaba una pausa de su relación. Yo, en ese momento de mi vida ya con un hijo solo quería una relación estable para pasarla bien, que flojera volver a intentar algo serio. H, dijo que ella quería una pareja estable con la que vivir y casarse por todo lo alto.

H, dio un trago a su bebida, una calada a su cigarro, levanto la ceja, nos miró de reojo y dijo: “Y si nos volvemos lesbianas” -¿¡¿¡What?!?! Nuestras caras no eran de escándalo, ni de susto, pero ciertamente de sorpresa. Nunca se nos hubiera ocurrido que esa fuera una opción. Después de todo nuestros amigos Gay además de maravillosos e inteligentes, solían tener relaciones bastante estables.

No sé si era por la mezcla de vodka y helado de vainilla corriendo por mis venas, pero la idea no sonaba mal.

Como mujeres con una pizca de desorden obsesivo compulsivo, empezamos a hacer en voz alta una lista de los pro y contras de la idea. No está de más decir que la lista de Pros incluía nuestras “maravillosas personalidades”, nuestras virtudes (según nosotras) y hasta la manía por ordenar nuestros closets por colores. Siendo el mayor Pro de todos, el hecho de que si queríamos hijos podíamos escoger de un catálogo al donador de semen sin pasar por todo el proceso de establecer una relación. Con cada pro la idea se endulzaba en nuestros cerebros…

Hasta que mi cerebro recordó la única vez que salí con alguien que tenía sobre peso. Su pecho no era precisamente plano como la mayoría de mis exes. Este muchacho en cuestión no era mala persona, era bastante inteligente y un caballero que solía consentirme lo suficiente. Pero a la hora de meternos mano, cuando ponía mis manos sobre su pecho había dos estructuras que hacían “squishy”. Era una sensación extraña, se sentía como pasta para hacer galletas. Había demasiado volumen y suavidad, lo que terminaba apagando mi pasión y matando el momento.

Sin pensarlo les dije en voz alta – “No puedo ser lesbiana, no me gustan las bubíes” H me miro con ojos asesinos que me acusaban de desertora. – ¿Qué tienen de malo las bubíes? me dijo. -Que hacen “squishy” y a me gustan los pechos planos. – dije retándola con la mirada.

Mi vieja me miro por encima de su vaso mientras le daba un trago hasta el fondo. Bajo el vaso y me dijo: !!no tienes remedio!! Eres como una adicta a la testosterona, vives rodeada de testosterona. H dijo: – A ver ¿no entiendes el plan? ¿la idea es sacar a los hombres de nuestras vidas? bueno a tu hijo no, él nos cae bien.

Con la cabeza agachada como cualquier ladronzuelo atrapado en el acto contesté. -A mi si me gustan y la verdad mi estadística no es tan mala. Defendiendo mi punto dije: -Sí saco a los hombres de mi vida elimino el 60% de mi vida social. Además, no nos hagamos hay días que ni nosotras mismas nos aguantamos.

Otra vez se hizo el silencio, pero esta vez duro como un minuto. Mi vieja, fue a la cocina, termino de preparar su trago y alzo el vaso, -Salud, por los hombres porque las “lámparas” no te hacen reír tanto como ellos. H contesto, -el secreto es ponerlas en el lugar correcto, pero salud. Soltamos la carcajada y empezamos a brindar por todas las cosas que no pueden hacer las “lámparas”, pero los hombres sí.

Entre carcajadas e idioteces dimos por terminada la velada cuando vimos el fondo de nuestros vasos y de la botella. Nos lavamos los dientes, nos pusimos los pijamas y nos metimos en la cama.

A la mañana siguiente ya bañadas y listas para salir a buscar desayuno. H sentencio, -Wey definitivamente yo tampoco podría ser lesbiana. ¡Que pinche dormir tienes, Vieja! dijo refiriéndose a mí. Soltamos una carcajada y nos fuimos a buscar desayuno, siendo tan bugas (heterosexuales) como el día anterior.

Eventualmente todas aprendimos a apreciar el poder de iluminación de las “lámparas” en nuestra vida y desde entonces recomendamos ampliamente a todas nuestras conocidas tener una” lámpara” en el buró… en caso de emergencia.

En memoria de H. Feliz Cumpleaños te extrañamos y extrañaremos. Un abrazo a donde quieras que estés, ojalá nos encontremos en la siguiente vida.

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Su formación profesional es en el área de las ciencias para la salud. Con 4 décadas de vida es una ciudadana más del planeta, irreverente, sin filtro boca cerebro y opinóloga profesional. Que nos comparte sus ideas.

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