Manual de supervivencia para emprendedores.
Tomar la decisión de emprender implica un montón de riesgos y oportunidades. Por eso es importante que el salto sea con el instructor más adecuado. A continuación algunos conceptos y propuestas de Silvia Torres Carbonell, emprendedora, empresaria y, entre otros varios roles y cargos, Directora de Fundación Endeavor y del Centro de Entrepreneurship del IAE.
Tres tipos de personas.
La vida del emprendedor es permanentemente tener un sueño y pensar en grande. Pero atención: el emprendedor no es un soñador, es un hacedor. Si existen tres tipos de personas, las que miran las cosas que pasan, las que piensan porqué pasan las cosas que pasan y las que hacen que las cosas pasen; los emprendedores tienen que ser de este último grupo.
Tener panorama para poder llegar antes.
La primera propuesta es mirar el mundo desde arriba para tener mayor alcance y perspectiva. La segunda, tener los ojos bien abiertos. Un emprendedor es una persona que está permanentemente alerta y que desarrolla la capacidad de ver 360°. No es una opción o un don, surge de la necesidad. Estar atentos, con un alto nivel de atención y percepción es clave para poder detectar tendencias, oportunidades y riesgos. “La tiene que ver antes que el resto”, esa es su ventaja competitiva.
Orden y progreso.
Para el especialista Peter Drucker “el emprendedorismo no es mágico, no es misterioso y no tiene nada que ver con los genes. Es disciplina y como cualquier disciplina, puede aprenderse”
Los principales enemigos: inercia e incertidumbre.
Los emprendedores lidian todo el tiempo con la incertidumbre. Su principal desafío es transformarla en riesgo y, a continuación, convertir este último en valor. Para eso necesitan vencer la inercia, no temer al salto al vacío ni a la hoja en blanco. Adoptar esa actitud sirve para no inmovilizarse y hace que avanzar sea más fácil.
¿Qué se hace con el riesgo?
Para darle más chances de supervivencia a los proyectos hay que saber lidiar con el riesgo. Medirlo, dimensionarlo y distribuirlo. Para eso es necesario investigar, informarse, generar networking y validar experiencias propias y ajenas. Durante este proceso es más importante el capital social que el financiero. No hay que perder de vista que el objetivo final es convertir el riesgo en una propuesta de valor en la cual se capturen las oportunidades.
El pasó a paso del proceso emprendedor.
Es importante comprender cuál es el punto de partida. En un principio siempre es necesario validar la idea de negocio, buscar la necesidad o deseo insatisfecho y encontrar la ventaja competitiva. Es decir, aquello que es difícil de imitar y que blinda el proyecto frente a otros competidores.
En cuanto al producto o servicio, hay que tener claro cuál es su atributo de valor, ese factor que va a generar satisfacción al público objetivo.
Desenamorarse de las ideas.
Las oportunidades concretas suelen ser más viables que las ideas revolucionarias, brillantes, únicas e irrepetibles. ¿Dónde están esas oportunidades? En los cambios culturales (gustos y valores), en las distintas demografías (irrupción de nuevas generaciones, ciclos de vida de grandes porciones de la población), en las nuevas tendencias y tecnologías y en las fallas de los mercados.
Las ideas innovadoras hay que encontrarlas e incorporarlas para agregar valor y materializar las oportunidades que están frente a nosotros. Luego se debe diseñar el modelo de negocio más adecuado para capturar ese valor y a continuación poner en marcha la empresa.